Nada más llevar las verduras a casa hay que lavarlas, secarlas y meterlas en la heladera. Este consejo se aplica a todas las verduras, pero en especial a las verduras para ensaladas y a las que no tienen una piel suficientemente gruesa como para protegerlas de la luz y el aire. El lavado y refrigeración pretende detener las reacciones enzimáticas. Los enzimas ayudan a la síntesis de vitaminas mientras la planta está creciendo pero una vez madura o cuando se arranca comienzan a ser destructivas. Esta reacción continúa a la temperatura ambiente, pero se inhibe por el frío o por falta de luz u oxígeno. Los ácidos retardan este proceso y los álcalis lo estimulan. Las verduras para ensalada y, en general, todas las que se citan a continuación se deben consumir lo más pronto posible: verduras para ensaladas y en general todas las que se consumirán crudas, las vainas, aquellas que son fruto como los calabacines, los pimientos y las berenjenas (sin embargo, los tomates se recolectan a menudo antes de madurar y pueden continuar su maduración en casa), los brotes, las setas y el maíz. Si alguna de estas verduras no se va a consumir inmediatamente conviene envolverla en un trapo húmedo y guardarla en un lugar frío y oscuro, ya que la luz y el calor destruyen su textura y sus nutrientes, muy en especial vitaminas B2 y C. Los vegetales de hoja verde pueden perder más del 50% de vitamina C en un día si están a temperatura ambiente.
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